Pero nada más lejos de la realidad. Tras una larga espera a pie de pista, amenizada por una cerveza, y la agradable charla con mi amigo M, el inicio del espectáculo me dejó boquiabierto.
A pesar de haber visto en vídeo el concierto que Roger Waters dio en 1990 en Berlín para conmemorar la caída del muro, la sorpresa de la noche fue continua. Ante un espectáculo de tales dimensiones es lógico quien diga que han dejado la música de lado, tapando los defectos con marionetas y cerdos voladores, sin embargo, también gocé de extraordinarios momentos musicales. Resulta gracioso porque hace poco también asistí, en este mismo escenario, al concierto de Supertramp, y en aquella ocasión leí críticas que iban en sentido opuesto. Está claro que siempre habrá quien le busque los tres pies al gato. Yo solo sé que me lo pasé en grande.
Profundizando en mis escasos conocimientos sobre el origen del álbum, he leído que Roger Waters tuvo la idea del muro como reacción a un mal comportamiento que tuvo ante un espectador. Pensó entonces en levantar un muro en el escenario que lo separara de la audiencia. A esta idea inicial se le añadieron otros "ladrillos": la guerra, la sobreprotección materna, el fracaso sentimental, la violencia policial, la educación infantil o la locura.
Tras tan original puesta en escena, en la que poco a poco se va completando el muro, la apoteosis llega cuando éste cae. Y como esto que estoy escribiendo ya empieza a parecer otro ladrillo del muro, os dejo algunos vídeos grabados con la compacta que, aunque de baja calidad, os pueden dar una idea de la fastuosidad del espectáculo. Como decía Cecil B De Mille: una película debe empezar con un terremoto y luego ir subiendo, pues Roger piensa que un concierto debe empezar con unos grandes fuegos artificiales y una avioneta chocando contra el muro y luego ir subiendo.