Desde que el pasado 20 de enero, el "Grup Nuñez i Navarro" con la colaboración de "
Cases Singulars" abrieran las puertas de la Casa Lleó Morera, pensé que sería una gran oportunidad de retomar las entradas que había destinado al Passeig de Gràcia. En la última dedicada al céntrico paseo barcelonés, expliqué, con gran detalle, la visita a la
Casa Batlló, uno de los tres edificios que, junto con la Casa Amatller y la Casa Lleó Morera, rivalizan en belleza en la conocida como "Manzana de la Discordia".
Aunque ya di varios apuntes en el post
Passeig de Gràcia (4ª parte), donde explicaba el origen de la denominación de "Manzana de la Discordia" y algunos pormenores de su fachada, esta visita me ha dado la inmensa oportunidad de explicar con detalle cómo es la planta noble de este edificio, así como mencionar algunas particularidades más de su arquitectura.
Lo primero que sorprende cuando nos acercamos al número 35 del Passeig de Gràcia, es que la casa forma parte de la esquina con Consell de Cent, de manera que comparte medio chaflán con el edificio que, originalmente, era su gemelo.
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Fuente: wikipedia |
Al ser cada cara de la fachada de diferente extensión, Lluís Domènech i Montaner, el arquitecto que la transformó entre 1902 y 1905, optó por una solución recurrente en muchas de sus obras, y es la de dotar a la arista de estructura, constituida, en este caso, por la tribuna y un balcón y rematada por el templete, lo que da al conjunto un aspecto de bisagra.
Otras construcciones de Domènech i Montaner con esta característica son: el
Palau de la Música Catalana, la
Casa Fuster,
casa de campo en Canet de Mar, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, concretamente el
pabellón de Sant Manuel. Observamos en todas ellas que el arquitecto barcelonés no era muy amante de la simetría, desplazando unos elementos respecto de otros.
Pero ya tendremos oportunidad de dar algunos datos más de la fachada cuando, durante la visita guiada, salgamos de nuevo al exterior.
Ahora debemos dirigirnos a la única puerta de acceso al edificio situada en el chaflán. La otra puerta, encarada al Passeig de Gràcia y que fue el acceso de las caballerizas, es ahora la entrada de la tienda Loewe, pero que, durante un tiempo, tuvo su
puerta bajo la tribuna, justo en la esquina, lo que conllevó la destrucción de parte de la ornamentación modernista. En el post
Passeig de Gràcia (4ª parte) hago referencia a las mutilaciones que sufrió el edificio.
También sorprende que la entrada no sea muy grande, ésto, junto al hecho de que solo haya una escalera, ha motivado que
la venta de entradas para visitar la Casa Lleó Morera se haga exclusivamente online a través de su página web. En el pequeño mostrador de la portería te reciben y te invitan a subir al principal, donde tendrá lugar la visita guiada. Dejamos a un lado el precioso ascensor y subimos por la escalera compartida por todos los inquilinos de la finca (incluso, en su momento, también la utilizaba el servicio).
Una vez en el principal, al sobrepasar el umbral, el efecto que produce la casa es el que seguramente pretendían sus dueños, impresionar a los visitantes.
Sin embargo, antes de ver el resto, la visita se inicia con una presentación en la sala que correspondía al despacho del propietario, Albert Lleó i Morera. Durante la magnífica presentación, nuestro guía sitúa la Casa, la familia Lleó Morera y el modernismo en su contexto histórico. Para ello hace uso de una serie de imágenes que ilustran perfectamente las explicaciones. Por ejemplo, para entender porque recibe el nombre de Casa Lleó Morera es necesario conocer la genealogía de sus dueños. El edificio fue comprado en 1894 por Antoni Morera i Busó, comerciante de ultramar procedente de Sant Feliu de Guixols, que murió en 1901 sin dejar descendencia por lo que dejó en herencia la casa a su sobrina Francesca Morera i Ortiz, quien encargó la primera remodelación al arquitecto barcelonés, pero que no llegó a ver los trabajos acabados, pues murió en 1904, siendo su único hijo Albert Lleó i Morera quien retomó la reforma. Las obras finalizaron en 1905 y contienen infinidad de referencias a los apellidos: Lleó (León) y Morera (la flor blanca de cinco pétalos de una determinada especie de morera).
Sin embargo, la proliferación de flores es mucho mayor que la de leones, ya que Francesca se separó de su marido Albert Lleó i Dubosch en 1881, y como responsable de la reforma prefirió ver su apellido antes que el de su marido.
Su hijo se casó con Olinta Puiguriger i Palmarola y tuvieron tres hijos, pero uno de ellos murió a muy temprana edad, lo que motivó la inclusión del conjunto escultórico que podemos ver en el vestíbulo y pasillo. Su primera hija recibió el nombre de Francesca, y el niño, que murió, Albert. Dos años después, su tercer hijo retomó el nombre, siendo Albert Lleó i Puiguriger el último propietario de la familia, ya que en 1943 vendió la casa a la Sociedad Mercantil Bilbao, compañía de seguros. Ya más recientemente, en 2006, el Grup Nuñez i Navarro compra el edificio al Grupo Planeta.
Los avatares que ha sufrido el edificio desde que se construyera en 1864 con el nombre de casa Rocamora, le han llevado a soportar transformaciones radicales, la guerra civil (perdiéndose el templete y la caja del ascensor, convirtiéndose el terrado en un nido de ametralladoras), posteriores reformas para adaptarse a las exigencias de las empresas que lo utilizaron (mutilaciones en la fachada), rechazo del Noucentisme, uso continuado como oficinas, transformaciones en los edificios colindantes, nuevas reformas de acondicionamiento...y a pesar de todo podemos disfrutar de maravillas como el conjunto escultórico de Eusebi Arnau al que hacía referencia anteriormente y que simboliza una canción popular del romancero catalán obra de Joan Amades y que se titula "La nodriza y el Infante del Rey". Su historia está directamente relacionada con la trágica muerte del hijo de Albert y Olinta, además del hecho de que el propio Eusebi Arnau fue huérfano de padre, por lo que el tratamiento que le otorgó al conjunto es de una gran sensibilidad. La canción cuenta que en un convite, el Rey decide irse de cacería.
Dejando al Infante con la nodriza. Aquí podemos ver a la nodriza amamantando al Infante.
Como el niño no quería dormirse, la nodriza hace un gran fuego para que entré en calor y así se duerma, pero la que es invitada por Morfeo es la propia nodriza y al despertarse encuentra al niño carbonizado. Ante tal perspectiva solo le queda recurrir a la Virgen María, a quien intenta convencer a cambio de una corona de oro y plata.
La nodriza encarga la corona a los orfebres. Cuando se encuentra con un paje real, éste le pregunta porqué está tan afligida y ella le responde que todo el mundo la va a aborrecer porque ha perdido algo muy preciado.
Cuando regresa el Rey le pide a la nodriza que le traiga a su Infante y ella va a la cuna y ahí lo encuentra sano y salvo, ya que la Virgen le había devuelto al bebé. Lo que en realidad pudo haber sido todo un sueño.
Obviamente, la familia no recuperó al bebé fallecido, pero sí que tuvieron la suerte de que naciera otro que recibió el mismo nombre: Albert.
Pero me estoy adelantando a la visita guiada, ya que, tras hablarnos de los numerosos artesanos que trabajaron en la casa y de los que iremos dando cuenta a medida que veamos su obra, el recorrido se inicia en el otro sentido, hacia el Passeig de Gràcia, donde se encuentra la parte pública de la casa. Aquí la familia se reunía para hablar de política, arte, o hacer negocios.
Este gran salón daba al Passeig de Gràcia y originalmente estaba amueblado con piezas de Gaspar Homar, aunque actualmente el
mobiliario modernista es propiedad del
MNAC. Una fotografía de la época nos muestra cómo quedaba en su ubicación original.
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Fuente: WeareBCN |
Mobiliario de inspiración orientalista, muy típico del modernismo catalán.
El trabajo de ebanistería en los techos y suelos con incrustaciones de diferentes maderas nos da la falsa sensación de que están pintados.
Si miramos al suelo volveremos a ver la flor de la morera.
Éstas lucen como nuevas ya que se han restaurado pues algunas de ellas se encontraban en muy mal estado. Es por este motivo que no se permite la entrada a la casa con tacones o calzado que pueda dañar los suelos.
Si nos fijamos en las paredes vemos una curiosa técnica aunque se desconoce a su autor.
Es bastante atípico trabajar el mármol mediante esta técnica. Se trata de diferentes piezas de mármol encastrado y mediante una herramienta incisiva se le ha dado relieve, además de la inclusión de pan de oro.
La tribuna del edificio también hace de bisagra entre los dos salones que, en principio, no estaban separados, si no que las mamparas, de estilo art decó, se colocaron posteriormente, unos diez años después.
En ese espacio encontramos una chimenea que, originalmente, estaba flanqueada por dos bancos que desgraciadamente se han perdido. La ebanistería sí que se corresponde con la primera reforma y se combina con mosaicos de Lluís Brú i Salelles que fue el mosaicista que decoró la escalera del edificio.
Si nos acercamos a la tribuna, comprobaremos que es un balcón ancho, que sobresale unos dos metros de la fachada, motivo por el cual el arquitecto tuvo serios problemas para llevarlo a cabo, ya que excedía la normativa municipal. Francesca se "ocupó" de que finalmente se pudiera llevar a cabo la obra.
Desde la tribuna, además de unas magníficas vistas del Passeig de Gràcia, también podemos ver la placa que le otorgó el Ayuntamiento en 1906 como premio al mejor edificio proyectado ese año.
Lluís Domènech i Montaner recibiría, posteriormente, dos premios más por el Palau de la Música Catalana y por el Hospital de Sant Pau. Con el tercer premio le otorgaron la Medalla de Oro diseñada por Eusebi Arnau para conmemorar tal logro.
La segunda sala, más pequeña, era la sala del billar.
A continuación nos dirigimos hacia la zona en la que hacían vida y la escultura de Sant Jordi y el dragón marcaba el umbral de lo público y lo privado.
Pero antes de seguir, debemos fijarnos en el suelo, ya que los mosaicos de Mario Maragliano Navone son como alfombras bajo nuestros pies.
La técnica consiste en realizar un dibujo y mediante teselas, que se van colocando una a una unidas mediante una argamasa, reproducirlo. Una reciente restauración las ha dejado en un excelente estado, ya que era una de las partes más castigadas.
En este punto de la visita nos encontramos en el distribuidor de la casa y lo que eran las dependencias del servicio, que ahora se han convertido en lavabos, pero que estaban muy cerca de la cocina.
A nuestra derecha podemos ve un patio interior, un tragaluz, pero también existe otro a nuestra izquierda, y es que este tipo de familias tenía una necesidad imperiosa por acaparar luz dado lo mal iluminados que solían estar los pisos.
En el pasillo vemos que el techo es abovedado, lo que se conoce como "volta catalana", pero que tiene una particularidad.
A pesar de su excelente aspecto, está hecho de yeso y no de madera. Esto es extraño, ya que en toda la casa no se escatimó en materiales. La solución a este enigma la proporcionó un arquitecto que hizo la visita que argumentó que dada la higroscopicidad de la madera, la humedad podría dilatar y contraer tanto las bóvedas que impedirían su conservación. Lo más sorprendente es que en el resto de pisos sí que se utilizó madera. De hecho, el resto de pisos mantiene la misma línea decorativa, aunque quizás no con tanta profusión de detalles.
A nuestra izquierda vemos una puerta, se trata de la puerta del servicio que comunicaba con la misma escalera por la que hemos subido, la única de este edificio.
Y justo a su lado se situaba la cocina. Sin embargo, lo único que se conserva es el techo curvado, que se cree que tenía como función la de evitar que la condensación cayera directamente sobre las personas, y enviarla hacia los lados. El hecho de no haberse usado desde hace tanto tiempo, ha hecho que este espacio perdiera su sentido y ahora apenas podemos intuir que esto era una cocina.
Seguidamente entramos en una estancia que se situaba junto a uno de los dos dormitorios. Se desconoce a ciencia cierta su función, pero se intuye que podría ser o un vestidor o la habitación de la niñera. El baño principal de la casa también está abovedado, quizás por la misma razón que en la cocina.
Las baldosas hidráulicas del suelo de los dormitorios fueron diseñadas por el propio Domènech i Montaner y se fabricaron en la casa Escofet. En el MNAC se conserva un dormitorio completo, incluída una lámpara, que también presenta libélulas en su diseño, por lo que que podría corresponder con el que se encontraba en estas estancias.
Los dormitorios constan de un doble espacio, estancia para vestirse, y la alcoba que era donde se situaba la cama coronada por cortinas que salían del techo. Estas habitaciones comunicaban con el patio, y sus puertas eran correderas, escondiéndose dentro de la pared, por una necesidad de espacio.
Los dormitorios daban también al comedor, que era donde la familia pasaba la mayor parte de su tiempo. No era habitual, en un tipo de casa noble, que los dormitorios comunicaran directamente con el comedor, pero la falta de espacio, una vez más, no dejaba otra solución. También sorprende que solo hubieran dos dormitorios, pero si recordamos, Francesca, que se separó de su marido, fue quien encargó la primera remodelación, y no estimó necesario añadir más alcobas. Luego, Olinta y Albert tenían cada uno un dormitorio, es decir, que dormían separados como era costumbre. No olvidemos, además, que eran propietarios del resto de la finca, lo que no obligaba a vivir a todos en una misma planta.
Aparte del trabajo de marquetería en techos y suelos, destacan los paneles en mosaico realizados por Antoni Serra i Fiter que representan escenas campestres. No se han identificado a las figuras que aquí aparecen, pero era una situación bastante corriente entre la burguesía: las salidas al campo.
Destaca el uso de la porcelana fina para realzar el relieve de los rostros y las manos de los personajes y dar así un mayor realismo.
Al haber arrancado, literalmente, todo el mobiliario, en algunos casos se descubrió que la decoración se había hecho a medida para los muebles y, que tras éstos, no había nada, la pared pelada. Alguien, con más buena intención que gusto, trató de tapar el hueco con un trencadís estilo Gaudí, pero que no acabó de disimular la falta del mueble. Por cierto, pregunté dónde tenían la chimenea en esta zona, ya que solía ser habitual una construcción en obra, como la que habíamos visto en la zona pública, pero aquí lo que utilizaban era un brasero situado precisamente en ese lugar. Si durante la visita observan detenidamente la foto antigua podrán descubrirlo.
En esta zona la restauración de los techos no ha sido tan profunda, para no dañar las maderas, y por este motivo no resaltan tanto las diferentes tonalidades. También, todas las lámparas o son de pie o tienen los cables colgando para no agujerear inútilmente los techos.
El comedor poseía unas puertas que se desplegaban y que lo dividían en dos zonas. Eran puertas dobles, unas con vidrieras y otras opacas para no dejar pasar la luz. Estas puertas se han perdido.
Sin duda la parte más llamativa de la casa es la impresionante vidriera que da al patio y que representa el árbol de la vida, situando en cada planta una parte del mismo. En esta planta veríamos lo terrenal.
El vidriero fue Antoni Rigalt i Blanch que revalorizó esta técnica de tanta tradición en Cataluña. Técnica difícil por la fragilidad del elemento y maltratada por los ladrones de plomo.
A través de una puerta que se abre en la vidriera accedemos al patio.
Al fondo observamos dos elementos, por un lado los lavaderos (luego la ropa se tendía en el mismo patio), y por otro, una vez más, el árbol de la morera. Sin embargo, su perfecto estado denota que no es de la época y es que cuando tiraron la casa colindante no conservaron el muro, aunque luego, gracias a un acuerdo entre propietarios, rehicieron la decoración tal y como estaba originalmente. Quizás hubieran podido conservar esta pared, como hicieron con la fachada exterior, pero supongo que el dinero manda.
Si nos giramos, vemos la fachada posterior, y comprobamos que, efectivamente, no solo hubo una intención de decorar la planta noble, si no que el resto de plantas también lo están.
Y, una vez más, podemos compararlo con su edificio gemelo de la izquierda y comprender la magnitud de la reforma.
Desde este punto es posible ver también las fachadas interiores de los otros edificios singulares de la manzana y comprobar que, así como la casa Amatller no sufrió ninguna transformación, la casa Batlló posee una fachada que bien podría ser digna de un exterior. Lo que da cuenta del orden cronológico de las reformas de las tres casas: Amatller, Lleó Morera y Batlló.
Hasta aquí fue lo que dio de si la visita a la planta noble. A continuación, bajamos a la calle, para ver algunos detalles más de la fachada.
Dado que Albert Lleó i Morera fue doctor en medicina, no solo le interesó el arte, si no también las nuevas tecnologías. Prueba de ello son las esculturas que Antoni Juyol i Bach realizó para la fachada y que representan inventos de la época: el gramófono, la bombilla, la cámara fotográfica y el teléfono, que no se conserva.
También se sabe que Albert Lleó era aficionado a la aviación y, quizás, por ese motivo, los leones de su apellido se representaron en la fachada con alas. Aunque considero que es una hipótesis muy débil, pues en el Institut Pere Mata de Reus, también de Domènech i Montaner, aparecen unos
leones alados casi idénticos.
Si bien se ha dicho que esta manzana ejemplifica la rivalidad entre los grandes arquitectos que la acreditan, el diálogo que mantienen las cruces de cuatro brazos de Domènech y Gaudí son una prueba de un acercamiento. O quizás no, si no una prueba de esa rivalidad, ya que la
cruz de Gaudí es posterior y mucho más grande.
La Casa Lleó Morera constituye, gracias a sus más de
40 maestros y artesanos que trabajaron en el proyecto, aunque no todos ellos identificados, pero igualmente valorados, un auténtico museo de las artes decorativas.
Desde lo más vistoso...
...hasta los más pequeños detalles...
...todo el edificio es una joya. Una joya de la arquitectura y del modernismo que ahora podemos disfrutar gracias a sus visitas guiadas. No dejes pasar esta oportunidad.
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