El cartel se situaba junto a los escaparates que aún mostraban los originales diseños de sus bolsas de papel.
Bolsas que ya no podrán contener los productos de la tienda, ya que al entrar esto fue lo que pude ver:
Estanterías y más estanterías completamente vacías. No cabía duda, la tienda era un animal muerto al que se le habían comido las entrañas y ahora solo quedaba el esqueleto. ¿Pero quién lo había devorado? En esta ocasión no ha sido la ley de arrendamiento, si no el descenso en las ventas que año tras año hacía que sus dueños, la familia Amat, se plantearan alguna alternativa, ya fuera reducir el espacio, trasladarse a otro lugar o cerrar. Finalmente ha sido esta última opción la que nos deja un paseo de gracia un poco menos original.