Desde que en 2004 visité Estocolmo por primera vez me enamoré de esta ciudad y dado que entonces el viaje se debió a la entrega de un premio a un amigo científico, no pude disfrutar de la ciudad todo lo que hubiera deseado. Además, Ángeles no me acompañó en aquella ocasión, y deseaba con todas mis fuerzas que ella también la viera. Es decir, que la viéramos juntos, pues considero que Estocolmo es una de las ciudades más románticas que he visitado. Ya el año pasado teníamos previsto este viaje, pero tuvimos que aplazarlo hasta este verano debido a la lesión de rodilla de Ángeles. Desde entonces que teníamos la guía en nuestras manos, pero no quería leerla hasta estar seguro de que podríamos ir. En ella se puede leer: "En Estocolmo siempre se está cerca del agua. Las 14 islas de la ciudad crean una seductora simbiosis entre cultura y naturaleza, que ofrece alicientes para cualquier visitante. Además de las hermosas vistas desde el agua, es muy agradable recorrer la ciudad a pie, especialmente los pequeños callejones medievales de Gamla Stan y la frondosa isla de Djurgarden".
|
Maqueta de Estocolmo en el Kulturhusset |
Planificación del viaje: Cuando viajas a cualquier lugar te planteas diferentes cuestiones. La primera es donde irás (este tema ha quedado explicado en el primer párrafo) y en qué época del año es mejor viajar. En el caso de una ciudad situada al norte de Europa, el verano parece una buena opción, aunque hay quien la visita en invierno y no dudo que también tendrá su encanto, pero incluso en esta época es necesario llevarse algo de abrigo. La segunda cuestión que uno se plantea es cuantos días son necesarios. Hay quien dice que en 3 días ya lo has visto todo, pero es relativo. Nosotros hemos necesitado 4 días, más los de ida y vuelta, que casi no los aprovechamos. Lo tercero es dónde te alojarás. En 2004 estuve en un hotel de las afueras. Estaba muy bien, era el Scandic Alvik, pero demasiado alejado del centro. En esta ocasión hemos escogido el hotel Hellsten que, aunque no está tan céntrico como hubiera deseado, está bien comunicado y su calle es muy tranquila. Tiene muchos restaurantes por la zona y varios supermercados. En cuanto a las habitaciones leímos que eran pequeñas, y así es. El cuarto de baño también, y en nuestra habitación no había ni armario, sin embargo, todo está colocado de forma racional y no resulta incómodo. Además, tuvimos la suerte de estar en la última planta (5ª planta) cuyas habitaciones disponen de pequeñas terrazas en las que relajarse por la tarde mientras ves ponerse el sol. El personal del hotel fue muy amable con nosotros en todo momento. Pero para conectarse a Internet tenías que hacerlo desde los ordenadores del hall. No tenían Wifi.
Lo que uno se plantea a continuación es cómo distribuir los días, y eso estaba directamente relacionado con la Stockholm Card. Aún no habíamos decidido cual comprar, pues hay para 3 y 5 días, pero no para 4 que es la que nos hubiera ido mejor. Finalmente nos decantamos por la de 5 días que compramos en la oficina de turismo del mismo aeropuerto. Por cierto, que desde el aeropuerto de Arlanda hay varias opciones para llegar a Estocolmo, y alguna de ellas está incluida en la Stockholm Card, pero tras un viaje en avión siempre tenemos ganas de llegar lo antes posible al hotel, por lo que cogimos el Arlanda Express, que en 20 cómodos minutos te deja en el centro de la ciudad. De allí fuimos en metro (la Stockholm Card aunque dispone de un chip, no te abre las puertas del metro, así que si la compráis no intentéis hacerla pasar por las ranuras o los lectores, la puerta no se abrirá y quedareis como tontos, solo tenéis que mostrarla al encargado de las taquillas y os abrirá la puerta). También en el mismo aeropuerto sacamos algunas Coronas suecas. No es necesario llevar gran cantidad de suelto, pues normalmente se puede pagar con tarjeta en cualquier sitio y cantidad.
En nuestro primer día en Estocolmo dimos un paseo por el centro. Primero paseamos por el Parque del Observatorio.
Es un frondoso parque que esconde el Observatorio más antiguo del país, del 1753. Tras rodear el parque bajamos por Drottninggatan, una calle peatonal muy animada y llena de tiendas (algunas un tanto curiosas).
Finalmente llegamos a la plaza de Hötorget donde hay un colorido mercado al aire libre de frutas, verduras y flores.
Por cierto, Greta Garbo trabajó como dependienta en la sombrerería de los grandes almacenes PUB de esa misma plaza.
También en la plaza se halla el Kontserhuset, sede de la Real Filarmónica Sueca, y donde se realiza la entrega de los Premios Nobel. Frente a la fachada se puede ver el grupo escultórico Orfeo de Carl Milles.
Ya que estábamos allí aprovechamos para probar la comida del Kungshallen. Un restaurante de comida rápida en el que pides lo que te apetece de cualquier nacionalidad y te buscas luego la vida para sentarte donde puedas. No nos gustó, quizás no tengamos edad para ese tipo de locales, pero es que además las que sirvieron a Ángeles fueron un poco maleducadas. Luego nos resarcimos un poco sentándonos en la terraza de la entrada con un Chai Latte y una cookie viendo pasar a gente peculiar.
(Aprovecho para decir ahora, pues si no reviento, que las fotos que hice con la Reflex el primer día y en los museos del día siguiente, las perdí, por lo que todas las primeras fotos son de Ángeles con la compacta, que además tenía una mancha en el objetivo, de ahí ese destello borroso que se ve en todas las fotos, luego ya lo limpiamos. Nunca había perdido unas fotos y os aseguro que da mucha rabia).
De ahí seguimos bajando hasta llegar a la plaza de Sergels Torg. Una plaza con dos niveles y un enorme obelisco de cristal del escultor Edvin Öhrström y que se ilumina de noche.
Al fondo se ve la Kulturhuset, aunque no entramos en esos momentos, si no que subimos por Sveavägen hasta el hotel donde había un concierto de Jazz, pero estábamos demasiado cansados por lo que nos relajamos en la terracita de la habitación.
Al día siguiente decidimos hacer una visita a la isla de Djurgarden. Es un lugar increíble en medio de una ciudad, forma parte del parque nacional urbano de Estocolmo, único en el mundo. En él hay varios museos, un acuario, zonas históricas, y hasta un parque de atracciones. Todo no te lo acabas en un día. También lo cruza un tranvía, el número 7. Nosotros decidimos empezar por el Vasamuseet. Siempre solemos empezar por aquellos lugares en los que preveemos que pueda haber más gente. Por cierto, la Stockholm Card no te permite entrar directamente, también tienes que hacer cola en la taquilla donde te pasan la tarjeta por un terminal que registra en el chip que has entrado, pues solo la puedes usar una vez en cada sitio. En la taquilla también te dan la entrada o simplemente te dejan pasar. Por cierto, el desayuno del hotel no estaba tan mal como habíamos leído, obviamente hemos comido de mejores, pero también de mucho peores.
El buque de guerra real Vasa se hundió el día de su inauguración en 1628 a 100 metros de Djurgarden. Fallecieron 50 personas y solo pudieron salvarse los cañones. No fue hasta 1956 que lo encontraron e iniciaron las labores de rescate. En 1990 se inauguró uno de los museos más populares, no solo de Suecia, si no de toda Escandinavia, a tan solo una milla marina del lugar del desastre.
Para no hacer la entrada muy larga he creado en Flickr albums con las fotos que hicimos y así resulta más cómodo verlas mediante las presentaciones. Fotos del Vasa. Mientras estábamos dentro empezó a llover, por lo que hicimos tiempo esperando a que parara, teniendo en cuenta además, que nos habíamos dejado los paraguas en el hotel. Cuando la lluvia remitió nos dirigimos hacia el Nordiska museet. En él pueden verse: vestidos, mesas puestas, casitas de muñecas, tradiciones suecas, casas nórdicas. Lo vimos rápido, y además curiosamente hacía demasiado calor para nuestro gusto.
Tras pasar por el bar y la tienda, fuimos hacia Skansen al ver que el día iba aguantando. Antes entré yo solo en el Biologiska Museet, solo por curiosidad, desgraciadamente las fotos que ahí hice forman parte de las que desaparecieron.
Skansen es el primer museo al aire libre del mundo inaugurado en 1891 con objeto de mostrar cómo vivía la gente de otras épocas. Contiene casas y granjas que se trasladaron hasta aquí y un casco urbano con viviendas de madera y talleres de artesanía. Por todas partes puede verse la flora y la fauna nórdicas, con lobos, osos y alces en su hábitat natural, y criaturas exóticas en el acuario del parque.
Lo más sorprendente del acuario (se tiene que pasar otra vez por taquilla, aunque la Stokholm Card sirve, no así para el funicular) es que pasas por una jaula de lemures que se te ponen encima. Ese día disfruté como un chaval y prueba de ello son toda esa enorme cantidad de fotos (que por suerte no perdí) que podéis ver en: Fotos de Skansen.
Tras una jornada tan intensa regresamos al hotel pero antes nos pasamos por un restaurante italiano donde me cruspí una pizza del tamaño de una rueda de tractor, pero que estaba deliciosa.
Podría explicar muchas más cosas, pero no quiero hacerme pesado y esto no ha hecho más que empezar.
Continuará...