lunes, 29 de agosto de 2011

Estocolmo: Skeppsholmen y museo de Arte Moderno, Fotografiska

En nuestro cuarto día de estancia en Estocolmo decidimos dar una vuelta por el agua, para ello nos decantamos por los Hop on Hop off, porque pensábamos que eran gratuitos con la Stockholm Card, pero nos llevamos una sorpresa cuando nos dijeron que ésta solo servía en determinados meses, pero no en agosto. Tras unos momentos de duda decidimos pagar las 100 Coronas por pasajero y la verdad es que estuvieron bien aprovechadas, pues estuvimos casi todo el día subiendo y bajando de los barcos.



Imagen tomada de Stockholm Cruise Blog


El primero lo cogimos en Nybroplan (B) y nos bajamos en la isla de Skeppsholmen (D). Desde allí fuimos hacia la pequeña isla de Kastellholmen y luego nos dirigimos hacia el Moderna Museet. A la entrada pudimos ver el grupo escultórico de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalles: Paraiso (1963) que desde 1972 se alza frente al museo.



El Moderna Museet es un museo diseñado por Rafael Moneo e inaugurado en 1998 cuando Estocolmo fue capital cultural de Europa. Contiene una importante colección de arte moderno.








Adosado a éste se encuentra el museo de arquitectura, donde puede verse la evolución de la arquitectura a lo largo de miles de años gracias a una extensa colección de maquetas. La cafetería del museo es muy agradable y Ángeles aprovechó para tomarse un capuccino.




Para ver más fotos de la isla y del trayecto en barco ir a Flickr.
De allí volvimos a embarcarnos hasta el Katarina Lift (H), pero, desgraciadamente estaba fuera de servicio. Puede que existiera otra opción para subir, pues en lo alto del mirador parecía haber gente, pero decidimos ir en busca del restaurante vegetariano Hermans desde donde también hay unas magníficas vistas.



Éste es el restaurante al que me referí cuando dije que comimos excelente y abundantemente por solo 100 Coronas, el Hermans. Se trata de un buffet libre y, en este caso, todo lo que probamos fue exquisito.




El único inconveniente es que nos sentamos muy cerca del buffet y estaba siempre lleno de gente por lo que comimos excesivamente acompañados. Pero el restaurante es muy grande, e incluso tiene terraza, y si quieres puedes comer en la más absoluta intimidad, eso sí, tienes que caminar más para ir a servirte la comida. De volver algún día a Estocolmo es un sitio al que regresaría sin dudarlo.
Del restaurante bajamos por unas escaleras para llegar al Fotografiska.





En este museo dedicado a la fotografía contemporánea pudimos ver varias exposiciones interesantes, entre las que destacaría la de Mappelthorpe.


Robert Mappelthorpe es conocido por sus instantáneas de flores y de desnudos, algunos de ellos bastante provocadores. Vale la pena subir al café del museo, desde donde se ven unas buenas vistas.


De allí volvimos a coger el barco, y en esta ocasión dimos una vuelta completa, hasta bajarnos en Gamla Stan (H). Esta vez paseamos por el barrio antiguo (sin lluvia) y volvimos al café que tanto nos había gustado. Esta vez la gente podía disfrutar de la terraza.








En nuestro paseo por el barrio descubrimos la casa de Carl Larsson en Estocolmo.



Tras dar algunas vueltas, tampoco en esta ocasión aguantamos hasta la noche por lo que decidimos regresar hacia el hotel. Antes, pero, algunas fotos más de Gamla Stan.







Antes de retirarnos definitivamente cenamos en un libanés y ya desde el hotel pudimos disfrutar esa tarde de una increíble puesta de sol.

lunes, 22 de agosto de 2011

Estocolmo: Stadshuset, Gamla Stan, Palacio Real y Catedral

Durante el vuelo de ida hacia Estocolmo, se sentó a nuestro lado una chica de Barcelona que trabajaba a las afueras de la capital sueca pero que viajaba cada semana a España para pasar unos días en su casa. Llevaba ya unos años en esta situación por lo que conocía bien a los suecos y sus costumbres, así que cuando iniciamos una conversación pronto apareció el tema en cuestión así como otros tópicos más. Nos dijo que el carácter de los suecos era seco, pero eran muy educados; que te invitaban a conocer su casa pero al día siguiente se limitan a un saludo formal. Supongo que el carácter lo moldea, en parte, el clima nórdico. En nuestra experiencia durante el viaje, la mayoría de la gente fue amable y correcta. Otra de las peculiaridades de los suecos es lo bien que hablan inglés. Prácticamente todos son bilingües. Casualmente estaban emitiendo hace unos días un programa de Jamie Olivier en el Canal Cocina en el que había ido a Estocolmo y me hizo mucha gracia cuando dijo que hablaban inglés mejor que él. El tercer tópico del que hablamos era lo caro que estaba todo. Pero no sé si es que nos habían metido el miedo en el cuerpo, o que también vivimos en una ciudad cara, pues no nos lo pareció tanto. Por poner solo un ejemplo (que hubieron más) hubo un día que fuimos a comer a un bufé libre bastante bueno por 100 coronas (que al cambio son unos 11 €), nos pusimos las botas, eso sí, bebimos agua corriente, que en Estocolmo está muy rica.
Centrándonos en nuestro tercer día de estancia en la capital sueca, fuimos a ver el ayuntamiento, el "stadshuset". Llegamos muy pronto, aún sabiendo que la primera visita guiada en español era a las diez, pero, como somos muy precavidos, preferimos esperar 40 minutos a que luego todo se nos atrase. Aprovechamos también para sacar la entrada de la torre, sabiendo que la visita al ayuntamiento duraría unos 45 minutos la cogimos para las 11:15 h.
Otro tópico más sobre los suecos es que son muy organizados. Sin embargo, pudimos comprobar que tampoco en este sentido son perfectos. No entiendo porqué tienen programada para las 10 h seis visitas guiadas en otros tantos idiomas y todas empiezan a la vez. Yo oía más al de inglés que a la chica de español. Menos mal que era el de inglés y no el de ruso el que nos seguía. La visita al ayuntamiento es otra de esas visitas casi obligadas. Durante el recorrido te explican muchas anécdotas, por ejemplo, que la sala en la que tiene lugar el banquete de la entrega de los Nobel se llama la Sala Azul, pero no tiene nada de azul dado que al arquitecto le gustó como quedó con el ladrillo vista. Que imita a una plaza italiana del norte, pero que no la pudieron dejar abierta (por razones climáticas obvias), aunque el techo tiene en sus laterales unas entradas de luz para que parezca una plaza abierta, y por la noche proyectan un cielo estrellado. Que todos los materiales con los que se hizo provienen de Suecia. Que la escalera tiene los escalones a la distancia y medida justa para que las mujeres con traje de noche puedan descender sin problemas. Que en el banquete de los Nobel está tan lleno que la gente apenas tiene sitio para comer.


Luego se sube por la escalera para visitar otras salas, pero en ellas la interferencia de idiomas me impidió quedarme con tantos detalles. La última que se visita, la sala dorada, donde tiene lugar el baile de los Nobel, es también muy curiosa. Está decorada con 10 millones de pedazos de pan de oro. Pero volvemos a ver, en este espacio, que los suecos son humanos pues existen varios errores de diseño. En uno de los lados los personajes que tocan el techo tienen la cabeza cortada debido a un error de cálculo al no tener en cuenta que el mosaico iba a empezar por encima de los bancos. El artista, Einar Forsteh, se disculpó diciendo que de todos modos aquel fue el destino del descabezado.


En el otro lado una enorme mujer destaca en la sala, es la reina del lago Mälaren. Su aspecto no agradó a la gente, pero el arquitecto, Ragnar Östberg, no quiso que la quitaran. Una vez más el artista tuvo que dar explicaciones. Su aspecto era ese ya que debía mediar entre oriente y occidente, de allí todo el simbolismo del que se impregnaba, incluidas las serpientes que parecía tener en la cabeza o esos enormes ojos que todo lo vigilaban, por no hablar de los gigantescos pies y manos.


Otras salas de interés son la del concejo del ayuntamiento, con su techo en forma de barco invertido, y la galería del príncipe Eugenio, donde pintó la ciudad él mismo en un fresco para que los que estuvieran en esa orientación vieran lo mismo que los que miraban hacia las ventanas (creo que salieron ganando éstos últimos). Podéis ver algunas fotos más en: Fotos del stadshuset.
Al acabar la visita guiada fuimos hacia la entrada de la torre. Mientras esperábamos nos recreamos con las magníficas vistas de y desde los jardines. Pero pronto nos pusimos a la cola, para ser de los primeros en coger el ascensor que sube hasta el primer nivel, donde se encuentra el museo de la torre, para luego completar el ascenso a través de rampas y escalones. Las vistas desde lo alto son espectaculares, sobre todo la visión que se tiene de Gamla Stan.


Entre que subes, te estás 20 o 25 minutos viendo el paisaje (no dejan más tiempo) y desciendes, se pasa una hora larga. Solo bajar nos dirigimos precisamente hacia el casco antiguo de Estocolmo. Entramos por el primer puente que podéis ver en la foto, no es el más bonito, pero es que ya empezaba a llover y por suerte encontramos rápido el único restaurante vegetariano de Gamla Stan, el Hermitage. Se trataba de un bufé libre, en el que los primeros platos estaban muy buenos, pero los segundos eran un poco flojos. No es éste el restaurante al que he hecho referencia antes, pero el precio es el mismo. Los que trabajaban allí fueron muy amables con nosotros, sin embargo el restaurante es pequeño y se llena mucho, por lo que nos tocó comer en mitad del paso y estuvimos un poco incómodos. Fuera seguía lloviendo, así que paseamos un poco en busca de un lugar donde tomar un capuccino. Como no dejaba de llover, cuando llegamos a la plaza Stortorget, nos metimos en el museo Nobel, como creo que hacían muchos otros por el simple hecho de no mojarse. El museo se sitúa en el edificio en cuya primera planta se halla la Academia Sueca. En su interior pueden verse multitud de objetos donados que hacen referencia a los diferentes galardonados. Actualmente también puede contemplarse una exposición interactiva en la que buscar información de todos los premiados. Como el día no tenía pinta de mejorar, en cuanto al clima, incluso nos cayó una tromba mientras paseábamos por las callejuelas, nos volvimos a cobijar en un café precioso situado en el que pienso es el rincón más bonito de Estocolmo. Allí me tomé las pastas de canela que tanto me gustaron.



Un sitio muy agradable al que volvimos en otra ocasión. La placita no pudimos fotografiarla bien de lo que llovía, pero la veréis en otras entradas, sobre todo cuando fuimos de noche. Ver más fotos de Gamla Stan.
Finalmente acabamos en el Palacio Real, entramos porque con la Stockholm Card no teníamos que pagar y porque solo quedaba una hora para que cerraran, pero tampoco es que los palacios nos atraigan mucho. Por ese motivo no lo vimos entero, por ejemplo, no vimos el tesoro, pero ya tuvimos suficiente dorado. Ver más fotos del Palacio Real.


Al salir el día ya estaba mejorando, pero teníamos la Catedral demasiado cerca por lo que volvimos a meternos bajo techo. La Storkyrkan de estilo gótico tardío contiene en su interior numerosas piezas de arte de diferentes épocas, de las que destacan la enorme escultura de San Jorge y el Dragón.


Aunque a mí particularmente me llamó la atención un cuadro a la salida, se trata de la representación de un fenómeno luminoso que acaeció sobre la ciudad de Estocolmo el 20 de abril de 1535. En el cielo aparecieron seis cercos luminosos con crepitantes imágenes del sol. El cuadro que se exhibe, denominado Parhelio, no es el original, si no una copia de 1630. Ver más fotos de la Catedral.


Tras salir de Storkyrkan poco más podíamos hacer. Paseamos un rato y como había sido un día tan completo y agotador por culpa de la lluvia, nos dirigimos hacia el hotel, pero antes, y como ocurría en el cuadro de la Catedral, pudimos ver algún que otro fenómeno luminoso.

Sol convertido en luna. Día en noche.


Para acabar el día fuimos a cenar a un restaurante indio próximo al hotel, la comida volvió a estar bien y cuantiosa.



Continuará...

miércoles, 17 de agosto de 2011

Estocolmo: Museo Vasa y Skansen

Desde que en 2004 visité Estocolmo por primera vez me enamoré de esta ciudad y dado que entonces el viaje se debió a la entrega de un premio a un amigo científico, no pude disfrutar de la ciudad todo lo que hubiera deseado. Además, Ángeles no me acompañó en aquella ocasión, y deseaba con todas mis fuerzas que ella también la viera. Es decir, que la viéramos juntos, pues considero que Estocolmo es una de las ciudades más románticas que he visitado. Ya el año pasado teníamos previsto este viaje, pero tuvimos que aplazarlo hasta este verano debido a la lesión de rodilla de Ángeles. Desde entonces que teníamos la guía en nuestras manos, pero no quería leerla hasta estar seguro de que podríamos ir. En ella se puede leer: "En Estocolmo siempre se está cerca del agua. Las 14 islas de la ciudad crean una seductora simbiosis entre cultura y naturaleza, que ofrece alicientes para cualquier visitante. Además de las hermosas vistas desde el agua, es muy agradable recorrer la ciudad a pie, especialmente los pequeños callejones medievales de Gamla Stan y la frondosa isla de Djurgarden".

Maqueta de Estocolmo en el Kulturhusset
Planificación del viaje: Cuando viajas a cualquier lugar te planteas diferentes cuestiones. La primera es donde irás (este tema ha quedado explicado en el primer párrafo) y en qué época del año es mejor viajar. En el caso de una ciudad situada al norte de Europa, el verano parece una buena opción, aunque hay quien la visita en invierno y no dudo que también tendrá su encanto, pero incluso en esta época es necesario llevarse algo de abrigo. La segunda cuestión que uno se plantea es cuantos días son necesarios. Hay quien dice que en 3 días ya lo has visto todo, pero es relativo. Nosotros hemos necesitado 4 días, más los de ida y vuelta, que casi no los aprovechamos. Lo tercero es dónde te alojarás. En 2004 estuve en un hotel de las afueras. Estaba muy bien, era el Scandic Alvik, pero demasiado alejado del centro. En esta ocasión hemos escogido el hotel Hellsten que, aunque no está tan céntrico como hubiera deseado, está bien comunicado y su calle es muy tranquila. Tiene muchos restaurantes por la zona y varios supermercados. En cuanto a las habitaciones leímos que eran pequeñas, y así es. El cuarto de baño también, y en nuestra habitación no había ni armario, sin embargo, todo está colocado de forma racional y no resulta incómodo. Además, tuvimos la suerte de estar en la última planta (5ª planta) cuyas habitaciones disponen de pequeñas terrazas en las que relajarse por la tarde mientras ves ponerse el sol. El personal del hotel fue muy amable con nosotros en todo momento. Pero para conectarse a Internet tenías que hacerlo desde los ordenadores del hall. No tenían Wifi.
Lo que uno se plantea a continuación es cómo distribuir los días, y eso estaba directamente relacionado con la Stockholm Card. Aún no habíamos decidido cual comprar, pues hay para 3 y 5 días, pero no para 4 que es la que nos hubiera ido mejor. Finalmente nos decantamos por la de 5 días que compramos en la oficina de turismo del mismo aeropuerto. Por cierto, que desde el aeropuerto de Arlanda hay varias opciones para llegar a Estocolmo, y alguna de ellas está incluida en la Stockholm Card, pero tras un viaje en avión siempre tenemos ganas de llegar lo antes posible al hotel, por lo que cogimos el Arlanda Express, que en 20 cómodos minutos te deja en el centro de la ciudad. De allí fuimos en metro (la Stockholm Card aunque dispone de un chip, no te abre las puertas del metro, así que si la compráis no intentéis hacerla pasar por las ranuras o los lectores, la puerta no se abrirá y quedareis como tontos, solo tenéis que mostrarla al encargado de las taquillas y os abrirá la puerta). También en el mismo aeropuerto sacamos algunas Coronas suecas. No es necesario llevar gran cantidad de suelto, pues normalmente se puede pagar con tarjeta en cualquier sitio y cantidad.

En nuestro primer día en Estocolmo dimos un paseo por el centro. Primero paseamos por el Parque del Observatorio.



Es un frondoso parque que esconde el Observatorio más antiguo del país, del 1753. Tras rodear el parque bajamos por Drottninggatan, una calle peatonal muy animada y llena de tiendas (algunas un tanto curiosas).


Finalmente llegamos a la plaza de Hötorget donde hay un colorido mercado al aire libre de frutas, verduras y flores.


Por cierto, Greta Garbo trabajó como dependienta en la sombrerería de los grandes almacenes PUB de esa misma plaza.


También en la plaza se halla el Kontserhuset, sede de la Real Filarmónica Sueca, y donde se realiza la entrega de los Premios Nobel. Frente a la fachada se puede ver el grupo escultórico Orfeo de Carl Milles.


Ya que estábamos allí aprovechamos para probar la comida del Kungshallen. Un restaurante de comida rápida en el que pides lo que te apetece de cualquier nacionalidad y te buscas luego la vida para sentarte donde puedas. No nos gustó, quizás no tengamos edad para ese tipo de locales, pero es que además las que sirvieron a Ángeles fueron un poco maleducadas. Luego nos resarcimos un poco sentándonos en la terraza de la entrada con un Chai Latte y una cookie viendo pasar a gente peculiar.
(Aprovecho para decir ahora, pues si no reviento, que las fotos que hice con la Reflex el primer día y en los museos del día siguiente, las perdí, por lo que todas las primeras fotos son de Ángeles con la compacta, que además tenía una mancha en el objetivo, de ahí ese destello borroso que se ve en todas las fotos, luego ya lo limpiamos. Nunca había perdido unas fotos y os aseguro que da mucha rabia).
De ahí seguimos bajando hasta llegar a la plaza de Sergels Torg. Una plaza con dos niveles y un enorme obelisco de cristal del escultor Edvin Öhrström y que se ilumina de noche.


Al fondo se ve la Kulturhuset, aunque no entramos en esos momentos, si no que subimos por Sveavägen hasta el hotel donde había un concierto de Jazz, pero estábamos demasiado cansados por lo que nos relajamos en la terracita de la habitación.
Al día siguiente decidimos hacer una visita a la isla de Djurgarden. Es un lugar increíble en medio de una ciudad, forma parte del parque nacional urbano de Estocolmo, único en el mundo. En él hay varios museos, un acuario, zonas históricas, y hasta un parque de atracciones. Todo no te lo acabas en un día. También lo cruza un tranvía, el número 7. Nosotros decidimos empezar por el Vasamuseet. Siempre solemos empezar por aquellos lugares en los que preveemos que pueda haber más gente. Por cierto, la Stockholm Card no te permite entrar directamente, también tienes que hacer cola en la taquilla donde te pasan la tarjeta por un terminal que registra en el chip que has entrado, pues solo la puedes usar una vez en cada sitio. En la taquilla también te dan la entrada o simplemente te dejan pasar. Por cierto, el desayuno del hotel no estaba tan mal como habíamos leído, obviamente hemos comido de mejores, pero también de mucho peores.


El buque de guerra real Vasa se hundió el día de su inauguración en 1628 a 100 metros de Djurgarden. Fallecieron 50 personas y solo pudieron salvarse los cañones. No fue hasta 1956 que lo encontraron e iniciaron las labores de rescate. En 1990 se inauguró uno de los museos más populares, no solo de Suecia, si no de toda Escandinavia, a tan solo una milla marina del lugar del desastre.
Para no hacer la entrada muy larga he creado en Flickr albums con las fotos que hicimos y así resulta más cómodo verlas mediante las presentaciones. Fotos del Vasa. Mientras estábamos dentro empezó a llover, por lo que hicimos tiempo esperando a que parara, teniendo en cuenta además, que nos habíamos dejado los paraguas en el hotel. Cuando la lluvia remitió nos dirigimos hacia el Nordiska museet. En él pueden verse: vestidos, mesas puestas, casitas de muñecas, tradiciones suecas, casas nórdicas. Lo vimos rápido, y además curiosamente hacía demasiado calor para nuestro gusto.





Tras pasar por el bar y la tienda, fuimos hacia Skansen al ver que el día iba aguantando. Antes entré yo solo en el Biologiska Museet, solo por curiosidad, desgraciadamente las fotos que ahí hice forman parte de las que desaparecieron.
Skansen es el primer museo al aire libre del mundo inaugurado en 1891 con objeto de mostrar cómo vivía la gente de otras épocas. Contiene casas y granjas que se trasladaron hasta aquí y un casco urbano con viviendas de madera y talleres de artesanía. Por todas partes puede verse la flora y la fauna nórdicas, con lobos, osos y alces en su hábitat natural, y criaturas exóticas en el acuario del parque.


Lo más sorprendente del acuario (se tiene que pasar otra vez por taquilla, aunque la Stokholm Card sirve, no así para el funicular) es que pasas por una jaula de lemures que se te ponen encima. Ese día disfruté como un chaval y prueba de ello son toda esa enorme cantidad de fotos (que por suerte no perdí) que podéis ver en: Fotos de Skansen.
Tras una jornada tan intensa regresamos al hotel pero antes nos pasamos por un restaurante italiano donde me cruspí una pizza del tamaño de una rueda de tractor, pero que estaba deliciosa.
Podría explicar muchas más cosas, pero no quiero hacerme pesado y esto no ha hecho más que empezar.
Continuará...