Que el arte urbano es efímero es uno de esos tópicos que los seguidores del street art (e incluso los propios creadores) han asumido e interiorizado. Es una frase tan manida como decir que un partido de fútbol dura noventa minutos y que no hay enemigo pequeño.
Sin duda cuando una obra de arte (sea en el formato que sea) se coloca en la calle se asume que su recorrido vital no será eterno. Se expone a que la autoridad local tenga una política al respecto muy clara y la borre o pinte haciéndola desaparecer en un período más o menos corto. También se arriesga a que otros artistas urbanos incumplan ese código no escrito de respetar la obra de otro colega y dibuje o escriba encima (ironías de este mundillo, como si no hubiese otro espacio en el que exhibir tu trabajo). Por supuesto también se debe considerar que puede que tu obra no guste al propietario del lugar donde has decidido pintarla y la elimine por razones estéticas, ideológicas o religiosas. O al contrario: que guste tanto a alguien que se decida a arrebatarla
de la calle (donde su autor ha decidido entregarla) y robarla para decorar su casa y enseñarla a sus conocidos.
Éstas son leyes de la calle, un código no escrito de reglas del juego, aceptadas y asumidas. Porque incluso en un gremio considerado como delincuentes o vándalos urbanos existen metalenguajes. Porque la calle es una galería en la que no hay vigilantes jurados, ni cámaras de seguridad sino una libertad creativa e interpretativa que pone al alcance de todos la expresión artística.
Por supuesto esa libertad anónima da cabida a verdaderos casos de vandalismo destructivo. Y eso me lleva a una pregunta ¿Qué lleva a alguien a mutilar una obra de arte? Voy a centrarme en un caso concreto vivido en Barcelona recientemente y que ha motivado este post.
Hace unos días, en una tranquila calle del barrio de Gracia se podía ver un colosal Sant Jordi de casi dos metros, obra del artista urbano italiano Mr Klevra (http://www.klevra.com).
En menos de una semana esta obra ha sido parcialmente destruida. Más allá de por quién (stultorum infinitus est numerus) la clave para entender este canibalismo urbano que escapa del código de “las leyes de la calle” es ¿por qué?.
Analicemos el caso:
¿El ayuntamiento ha repintado de gris encima? No.
¿El propietario de esa pared lo ha borrado? No.
¿Otro artista urbano ha puesto su nombre sobre la obra o ha dibujado en ella? Tampoco.
Simple y llanamente alguien ha aparecido allí con un spray negro y ha pintado sobre el rostro y las firmas del artista.
Vienen más preguntas inmediatamente a la cabeza: ¿acaso el contenido de la obra puede considerarse ofensivo y la han censurado? No creo que precisamente un Sant Jordi (patrón de Catalunya) sea una representación que genere repudio o suscite un odio semejante. Y no hay ningún gesto que alguien pueda interpretar como obsceno o irreverente.
¿Es acaso un acto de lucha iconoclasta? ¿Un ateo radical que no soporta ver a un Santo en una pared? No hay ningún mensaje al respecto y desde la quema de conventos durante la guerra civil no se han vivido escenas de anticlericalismo especialmente significativas. No es la Barcelona del 2014 una ciudad de luchas intestinas entre cristianos.
Si no es la obra lo que genera ese ataque, ¿es acaso el autor? ¿estamos frente a un artista vetado y polémico que genera una pulsión violenta que ni el mismísimo Luis Figo podría inspirar en el Camp Nou?
Nacido en Roma en 1978, Mr Klevra lleva veinte años como artista urbano. Reconocible por sus magníficas obras de iconografía bizantina este artista italiano ha visitado Barcelona en alguna ocasión. Desconozco si ha dejado algún corazón roto en nuestra ciudad, una mujer despechada que no soporte leer su nombre escrito y que vea en el rostro de Sant Jordi la amarga cara de lo que pudo ser y no fue. Ironías al margen, a Mr Klevra no se le conocen detractores ni enemigos... es más, casi podría aventurarme a que es un gran
desconocido en Barcelona incluso para muchos amantes del arte urbano.
El propio artista ha mostrado su perplejidad a través de su página de
Facebook: “Iconoclastas en Barcelona. Adoro la meticulosidad con la que alguien ha borrado todas las firmas y detalles.”
Meticulosidad y ensañamiento que sólo se entendería si la madre del Dragón va a Montana Gallery, se compra un spray y se planta frente a Sant Jordi al grito de “Vendetta!” para acabar con él. Aunque más bien estamos frente a un ejemplo de la mezquindad de quien, incapaz de crear, opta por destruir.
Tal vez este ataque sea una buena excusa para que quienes no conozcan la obra de este artista le descubran y le sigan los pasos...
Y si por algún remoto caso quien ha masacrado este Sant Jordi me lee, le saludo recordándole que las manchas que se dejan sobre la conciencia son mucho más difíciles de borrar que las de un spray...