No siempre tiene uno la oportunidad de ir a ver una exposición en el lugar donde trabajó, y ése ha sido el caso de Ángeles. Para ella, traspasar de nuevo la puerta de acceso a la fábrica, representó un cúmulo de emociones, ya que no solo ella, si no también sus padres y otros familiares trabajaron allí.
"Microcotxes de Barcelona" es la primera exposición que el MUHBA organiza en este espacio, y parte de una propuesta de "
Amics de la Fabra i Coats" y del coleccionista Claudi Roca. Por eso, antes de ver la exposición, nos dirigimos al local que esta asociación tiene en el interior del recinto. Allí nos atendieron Antoni y Jaume, dos de sus integrantes. Nos explicaron que la asociación la componen antiguos trabajadores de la Fabra i Coats y que la mayoría estuvieron allí 40 años o más. Ahora organizan diferentes actividades, y cuando Ángeles les preguntó si hacían visitas guiadas, precisamente ese día tenían prevista una para las 12:30 h y nos invitaron a unirnos a ella. Así lo hicimos encantados. Mientras esperábamos a que se hiciera la hora Ángeles compartió con ellos recuerdos de los días pasados en Can Fabra.
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Antoni Martínez nos muestra una de las joyas de ese pequeño
museo que es el local: un certificado de trabajo de los años 30. |
Las paredes y las vitrinas están plagadas de la historia de la fábrica. Historia que podéis leer en la
página dels Amics de la Fabra i Coats y escrita por Antoni. Ángeles también les explicó que estaba preparando una ruta de los Cazadores de Hermes por Sant Andreu y que sería muy valiosa su aportación. Por ese motivo no nos vamos a extender en nuestra explicación, reservándola para una futura cita con el resto de miembros y simpatizantes de los Cazadores de Hermes. Sin embargo, haremos un pequeño adelanto. Esto es parte de lo que puede verse en las instalaciones de la Fabra i Coats. (Nota: no está permitido hacer fotos en la fábrica, pero al formar parte de la visita guiada tuvimos el privilegio de poder tomar estas instantáneas).
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Una de las dos torres que contenían depósitos de agua para la fábrica y el sistema antiincendios |
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La seguridad en una fábrica de hilo era fundamental: indicador de una boca de incendios a 8,8 m de distancia |
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Una de las chimeneas que, por seguridad, ha sido disminuida su altura |
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Centro de Arte Contemporáneo |
Y, si hablamos de arte, no podíamos dejar de lado algunas de las obras que pueden verse en sus paredes e instalaciones:
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Zosen en una pared de Can Fabra |
Este impresionante ojo formaba parte de una obra mayor en la que podía verse la cara entera cubriendo toda la fachada pero que con el tiempo ha desaparecido debido a que la técnica que utiliza su autor, y que es
Jorge Rodríguez-Gerada, no soporta la intemperie durante mucho tiempo. Según nos explicó
Chordi, ése es su propósito, que la lluvia desvanezcan poco a poco sus dibujos, pero el ojo parece que por ahora se resiste a abandonarnos.
Tras la visita a la fábrica entramos en el "Espai Josep Bota", también en el interior del recinto, donde puede verse, hasta el 15 de marzo de 2013, la exposición de microcoches. Los fines de semana la entrada es gratuita y está permitido hacer fotos.
Según puede leerse en el folleto y transcribo aquí: "El sector de la automoción, que ha sido una de las bases de la Barcelona industrial del siglo XX, se formó durante el primer tercio del siglo. En las duras condiciones de la posguerra y el primer franquismo, el ingenio y el saber hacer de trabajadores y emprendedores -el factor humano- fueron fundamentales para mantener el potencial de un tejido productivo versátil y flexible. En este campo se sitúan las iniciativas para la producción artesanal e industrial de microcohes en los años cincuenta, un fenómeno que también tuvo lugar en otros países de Europa, que por entonces se rehacían de la Segunda Guerra Mundial".
En 1889 se construyó en Barcelona el primer coche del Estado, y poco a poco se creó el tejido técnico y empresarial de este sector típico de la segunda revolución industrial. Algunas marcas como la Hispano-Suiza o Elizalde alcanzaron renombre internacional y un alto nivel tecnológico.
La mayor parte de los coches eran de importación, pero este entramado productivo, que incluía la industria auxiliar especializada, fue decisivo para que empresas como Ford (1923) y General Motors (1932) se instalaran en Barcelona, después de haber ensayado en otros puntos del Estado. Entonces se empezó a plantear la producción en serie de coches más populares.
Tras la Guerra Civil y durante la posguerra, la falta de petroleo se intentó paliar con los gasógenos, que se trataba de unos dispositivos voluminosos adosados a los vehículos para quemar cáscaras de fruta seca, leña o carbón y obtener un combustible gaseoso. En Barcelona, diversas industrias fabricaron estos ingenios que hacían funcionar los motores, aunque de forma poco eficaz.
Tras la guerra, la empresa Sitjes sobrevivió haciendo trabajos de taller pero no consiguió relanzar la producción de turismos. En 1945 vendió patentes, proyectos y permisos a Eusebi Cortès, emprendedor tarraconense que creó la marca Eucort. Cortès contrató a un ingeniero procedente de la alemana Auto Union, y en 1946 presentó en la Feria de Muestras su primer automóvil; al año siguiente exhibiría una furgoneta. Eucort, que no consiguió el soporte del INI, tenía la fábrica en la calle Nápoles, 124, y aspiraba a realizar 50 vehículos diarios. Las dificultades técnicas y financieras no le permitieron alcanzar ni la producción ni las ventas previstas y detuvo la fabricación en 1950, cuando ya estaba en marcha el proyecto SEAT.
A pesar de las dificultades del momento, la demanda de motos empezó a aumentar de forma significativa desde la segunda mitad de los años cuarenta, y las iniciativas para fabricarlas se multiplicaron a partir de los talleres y los fabricantes de componentes del sector de la automoción. Este fue el caso de Montesa, cuando en 1945, el industrial Pere Permanyer con el soporte técnico de Francesc X. Bultó, decidió extender la actividad de su industria de gasógenos a la fabricación de motocicletas en serie.
En este entorno productivo maduraron, unos años después, los proyectos para fabricar pequeños vehículos con prestaciones de automóvil pero con estructura y motor de motocicleta. Surgieron así los primeros modelos de microcoches:
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Kapi |
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Delfin |
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Junior |
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Furgoneta Hispano |
Autonacional comenzó abriendo un taller de reparación y venta de coches en la calle Valencia 127-131. Su apuesta definitiva se concretó en conocer el Biscuter, un proyecto solvente del reputado ingeniero francés Gabriel Vaisin que se presentó en 1950 en la Feria de París. La orientación hacia los microcoches no fue compartida por los socios procedentes de Eucort, que dejaron la empresa, aunque la opción era firme. Autonacional SA disponía de suficiente financiamiento para crear una organización industrial capaz de producir en cadena, y tenía recursos para difundir la marca y popularizar el producto. La fabrica se ubicó en Sant Adrià del Besòs.
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Biscuter |
A pesar de sus limitaciones y su corta vida en el mercado, los pequeños turismos y furgonetas que hoy en día denominamos microcoches contribuyeron a mantener la continuidad del sector de la automoción en Barcelona.
El primer SEAT 600 vio la luz en junio de 1957. A pesar de las listas de espera para conseguir uno y a pesar de la lentitud con la que recuperación económica, incentivada por el Plan de estabilización de 1959, se traducía en una mejora del nivel de vida de la mayoría, el nuevo vehículo pronto se convirtió en el primer coche de masas, en detrimento de los microcoches.
El distrito industrial de la automoción barcelonesa entraba en una nueva fase. (Nota: toda la información ha sido sacada de la exposición).
Lamentamos que con las prisas pues casi nos cerraban la exposición, no pudimos despedirnos de Antoni y de Jaume de la forma adecuada pero desde aquí les damos las gracias por su amabilidad y esperamos poder reencontrarnos en una futura ocasión. (Y como dijo Antoni, a ver si encuentra a Ángeles en el registro, jeje).
Al salir ya era cumplidamente la hora de comer, así que nos dirigimos al bar Versalles, un sitio con mucha solera en el barrio y situado en un edificio modernista.
El lugar es precioso y en la última remodelación han tenido el buen gusto de recrear todo el ambiente modernista y vintage no pareciéndose en nada a lo que Ángeles conoció.
Lástima que la comida no esté a la altura de la decoración. Pero de lo que se trataba era de reponer fuerzas y el sitio es tan bonito que te olvidas de lo demás.
Después dimos un paseo por el mercado y fuimos callejeando disfrutando de la sensación de estar en un pueblo sin habernos movido de Barcelona. A todo el mundo le gusta su barrio y le parece el mejor, pero Sant Andreu para Ángeles lo es, por esas casitas de una o dos plantas, por sus calles de un carril, por la tranquilidad que se respira, por la multitud de pequeños detalles arquitectónicos que hacen del barrio un lugar en el que perderse un día cualquiera.
Y como que estamos preparando una ruta por Sant Andreu, no explicamos más y...
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